"A un olmo seco"
A UN OLMO SECO
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Podemos dividir el poema en dos partes, la primera en la
que Machado nos describe el olmo y la segunda en la que quiere apuntar en su
cartera la gracia de su rama verdecida antes de que sea talado o derribado por
un temporal. Lo que más me ha llamado la atención es que el poema en sí es una
metáfora de la realidad actual de nuestro planeta, es decir, del cambio
climático, la contaminación o incluso la sobreexplotación.
En primer lugar quiero destacar la primera parte del
poema, la descripción que hizo Antonio Machado sobre el olmo, la cual se puede relacionar
perfectamente con la descripción de nuestro planeta en la actualidad. Nuestro
planeta, la Tierra, sería el olmo, el cual se ve viejo, hendido por un rayo,
podrido hasta las entrañas. Un musgo le cubre la corteza lívida, un musgo
amarillento que se podría relacionar con la contaminación, todo lo que es la
corteza del árbol está cubriéndose poco a poco de una masa amarillenta.
Además
la corteza está plagada de un ejército
de hormigas y de sus entrañas surgen arañas, tanto las hormigas como las arañas
podríamos ser nosotros. Las hormigas cortan las hojas del árbol así como nosotros
sobreexplotamos los recursos finitos de la Tierra, la población de hormigas es
descomunal, son como un
ejército que actúa según ordenes impuesta, que no se cuestionan desobedecer al
estilo de vida tan perjudicial que marca el sistema. Las arañas van llenando todo el árbol
de telarañas a su paso así como nosotros cubrimos el árbol de residuos y
desechos.
En segundo lugar voy a comentar la segunda parte del
poema. En ésta Machado nos comenta todas
las posibles situaciones que podrían acabar con el viejo olmo. La primera sería
la tala del árbol para el uso humano, con el fin de fabricar herramientas o leña, como en la
actualidad sucede con nuestro planeta, en el cual la deforestación es un grave
problema que va destrozando los pulmones del olmo. La segunda opción sería que
lo arranque un torbellino o el propio rio, una realidad posible debido al
cambio climático y a su imprevisible comportamiento, donde cada vez es más
común ver el desbordamiento de ríos, lagos o pantanos.
Pero aún así Antonio Machado no pierde la esperanza, todavía
su corazón espera un milagro, que haga resurgir al olmo de sus cenizas, que
vuelva su luz, su esplendor. No podemos desesperarnos, rendirnos o perder la
esperanza, pues del olmo nace una ramita verde, por la cual luchar para
devolverle el resplandor a nuestro olmo.
Cristian Valdés Martínez
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